Co n t e n i d o
1 Carátula
2 Editorial.- Contenido
3 El rey Arturo.- Enrique Santos Molano
4 Clima. Poema. Aurelio Arturo
5 El infralumpen de la deshumanización global.- Javier Cortines
6 No es pandemia, es enfermedad moral, peste política.-Jesús Sánchez
Moreno
7 El amor en tiempos de olvido. Samaria Márquez Jaramillo
8 ¿Se comió un gato el corazón de Bolívar? José Asunción Suárez Niño
9 El barco que volaba sobre el desierto (cuento).- Julio Mateos
Montero
10 El enemigo también tiene miedo.- Javier Flores
11 ¿Qué significa ser humano en el siglo XXI? Band Evans
12 ¿Por qué la gente huye de los países capitalistas?- Jorge Majfud
13 El amor líquido. Fondo de Cultura Económica, México
14 Woody Allen.- Ramón Casalé i Arán
STAFF
Directora
Samaria Márquez Jaramillo
Editores
Ramón Casalé I Arán
Felipe Pulgarín Márquez
Desarrollador Web
Luis Felipe Benavides Narváez
Diseñadores Gráficos
Juan David Cobo Castro
María Luisa Castro Márquez
E d i t o r i a l
Adivina, buen adivinador, qué tengo en el pensamiento

En el cuento el Traje nuevo del emperador, Hans Christian Anderson refiere la historia de un Rey soberbio, rodeado de áulicos, en medio de un pueblo indolente: “Hace muchos años vivía un rey que era corrupto y estaba de afán en el propósito que lo había llevado a reinar. Para una festividad especial, el Rey quería estrenar un traje que generara admiración y no encontraba quien se lo hiciera. Un día oyó decir que podían fabricar la tela más suave y delicada que pudiera imaginar. Esta prenda, añadieron, tenía la especial capacidad de ser invisible para cualquier corrupto o incapaz para su cargo. Apareció en el pueblo un vividor que se hacía pasar por experto en múltiples oficios, entre ellos el de ser un excelente sastre y se ofreció a confeccionarlo, advirtiéndole al Rey que sólo los no corruptos, podrían disfrutar de la imagen del estupendo vestido. Sintiéndose algo nervioso acerca de si él mismo sería capaz de ver la prenda o no, el emperador envió primero a dos de sus hombres de confianza a verlo. Evidentemente, ninguno de los dos admitió que era incapaz de ver la prenda. Toda la ciudad había oído hablar del fabuloso traje y estaba deseando comprobar cuán estúpido era su vecino.
Pasaron los días y el sastre le llevó al Rey su nuevo y reluciente vestido, pero el monarca no vio nada, tampoco lo lograron sus allegados más cercanos, pero para no ponerse en evidencia, alabaron hasta el éxtasis el nuevo traje.
Llegado el día de la fiesta, los estafadores hicieron como que le ayudaban a ponerse la inexistente prenda y su alteza salió con ella en un desfile, sin admitir que era demasiado deshonesto y por tanto no podía ver su recamado traje. Fue entonces cuando el monarca desfiló desnudo por las calles, muy orondo, “exhibiendo su bello traje”, y ninguna persona se atrevió a decirle que estaba desnudo, por temor a reconocer que también era corrupto. Pasados unos momentos, un niño gritó: “El Rey está desnudo”, y ante la inocencia del niño, todos advirtieron la realidad y se echaron a reír, pues el soberano efectivamente había sido engañado, junto con su círculo de aduladores
La historia es un apólogo con un mensaje de advertencia: «No tiene por qué ser verdad lo que sirve de apoyo a la perversión de los que hacen creer que algo existe y es conocido solo por un selecto grupo. Las verdades son generales no exclusivas y su metáfora indica una situación en la que una amplia (y usualmente sin poder) mayoría de observadores decide de común acuerdo compartir una ignorancia colectiva de un hecho obvio, aun cuando individualmente reconozcan lo absurdo de la situación. El pensamiento ciudadano ve desfilar ante sus protestas a un gobernante desnudo, corrupto, con el pecado y sin el género pero viudo del poder, puesto que su populismo barato le rindió cuentas negativas. Tal vez si cambia la situación generalizada de acceder a cargos para enriquecerse, quien se posesione, porque electoralmente resultó triunfador, sepa que su escudo no tiene forma de triangulo en cuyas puntas están enarbolados billetes de grandes denominaciones.